Hambre emocional, cuando los sentimientos hablan

Tu cuerpo no lo necesita, tu espíritu lo pide a voces. Cuando comemos para callar nuestros sentimientos, perdemos el control. Y el saber identificarla nos ayudará a saber qué es lo que realmente necesitamos.

Comer sin hambre, comer por ansiedad… A eso es a lo que llamamos hambre emocional.  Y aparentemente no tiene motivo, pero surge repentinamente y nos pide comer…, ¡ya! Bollería, dulces, patatas fritas o chocolate (todo aquello rico en azúcar e hidratos de carbono) será lo que nos pida el cuerpo, pero ¿qué nos está pasando?

Para empezar, debemos saber que el hambre emocional nace como respuesta al malestar emocional y en vez de investigar qué es lo que nos afecta, lo enterramos comiendo. Lo interesante, además de poner freno a los excesos gastronómicos y regularlos, es investigar solos o con ayuda profesional qué nos está pasando, ponerle remedio si es posible y si no lo es asumirlo y tratar de superarlo. “El hambre emocional funciona como mecanismo de autorregulación de emociones. Buscamos saciarnos con la comida, pero en realidad, estamos evitando sentir las emociones que tenemos dificultades para controlar o tolerar. Por eso, y sabiendo que hubo una primera vez, es importante hacer un ejercicio de background, recordando en qué etapa de mi vida necesité comer para sentirme mejor conmigo misma”, nos explican Laura Llamas, psicóloga sanitaria y Marisa Caban, psiconeuroinmunóloga y fisioterapeuta de Grupolaberinto.

“Buscamos saciarnos con la comida, pero en realidad, estamos evitando sentir las emociones que tenemos dificultades para controlar o tolerar”, Laura Llamas y Marisa Caban.

No obstante, a veces no es tan fácil distinguir el hambre real de la ansiedad. Los expertos afirman que el hambre es una sensación de vacío muy llevadera que se sacia con cualquier alimento, todo lo contrario a la ansiedad. ¿La razón? Porque esta última es una reacción instintiva asociada al circuito de recompensa y a la resistencia a la insulina. “Es decir, el cerebro genera una adicción a la recompensa “positiva” de comer y sacia esas necesidades emocionales que no están cubiertas, generando alivio. Al estar instaurado este sistema, existe una resistencia a la insulina que dificulta el controlar la sensación del hambre”, nos explican las chicas de Grupolaberinto.

Pero se puede combatir, y para ello no hay nada mejor que mantener la mente ocupada – de cualquier forma. Uno de los mejores trucos para evitar el hambre emocional es distraer la mente son con actividades sencillas: leer, pintar, trabajar… O también hacer deporte. Está comprobado que practicar ejercicio físico es un hábito muy recomendable para conseguir reducir la ansiedad y vivir de una forma más optimista. Los expertos recomiendan 40 minutos de cardio al día para vivir libres de ansiedad.

Aunque si queremos poner “fin” desde el principio, una buena alternativa es ser consciente de lo que compramos y cómo lo compramos. Si evitamos tener a mano ciertos productos insanos, será más fácil evitarlos. Al igual que organizar un menú semanal. E incluso, cuando te sientes en la mesa, siéntate en la mesa. Deja el móvil de lado, mastica los alimentos, saboréalos y disfruta de los sabores hasta sentirte lleno.

Porque si hablamos de hambre emocional, no podemos evitar hablar de sentimientos. Y de mindfulness. Mente sana, cuerpo sano, actitud urbanita. Un entrenamiento (en el que se consiguen beneficios graduales) que nos invita a mejorar nuestra calidad de vida centrándonos en el aquí y el ahora para lograr la felicidad plena. Con una práctica regular disminuye la ansiedad y, con ella, el hambre emocional. “Una persona debe aprender a identificar las emociones: frustración, enfado, miedo, incertidumbre, expectación, alegría… Podemos sentir multitud de emociones en nuestro interior y hay que darles espacio y tiempo para conectar con ellas”, nos recomiendan Laura Llamas y Marisa Caban.

“Una persona debe aprender a identificar las emociones: frustración, enfado, miedo, incertidumbre, expectación, alegría…”, Laura Llamas y Marisa Caban.

¿Y si no podemos contratarnos? Desde el Grupolaberinto nos proponen tomar medio vaso de leche, ya que ayuda (y mucho) a evitar el azúcar. Aunque tampoco hay que abusar, porque a medio plazo nuestro cerebro tendrá hambre de lácteos: “Ningún alimento es bueno para regular el hambre emocional. La leche es muy alta en unos péptidos llamados casiomorfinas y es una sustancia muy adictiva. Como sustitutivo, recomendamos la leche de coco”, nos cuentan.

Sea como fuere, ¡mucho cuidado con los estimulantes! Los cafés, tes, colas y el tabaco para engañar el hambre no funcionan como crees y en periodos cortos de tiempo te harán sentir peor. ¿Quieres una infusión para calmar tu ansiedad? El roibos es tu solución. Y también las proteínas (más aún, para los que pican entre horas). El realizar muchas pequeñas comidas al día para calmar el hambre y mantener el metabolismo funcionando es una alternativa. Pero tampoco te olvides de beber agua. Porque hacerlo, ya sea sola o con toques afrutados de limón o naranja, mantienen el estómago ocupado, entretienen e hidratan.

“Ningún alimento es bueno para regular el hambre emocional”, Laura Llamas y Marisa Caban.

A pesar de todo, lo más importante para combatir el hambre emocional es trabajar en uno mismo. El trabajo personal servirá para conocer mejor nuestro malestar emocional, saber su origen, y aprender a controlarlo. “Y si no lo has podido solucionar, lo mejor es buscar ayuda de un profesional”.

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